miércoles, 24 de enero de 2007

De vacas y caballos




El famoso Cow-Parade nunca me entusiasmó. Al parecer todo mundo estaba muy feliz porque lo consideraron un proyecto cultural de gran relevancia, que contribuiría a fomentar el arte urbano y que además le abríría las puertas no sólo a artistas y creativos consumados, sino también a quien tuviera una idea original.

A los pocos días de instaladas las famosas vacas comenzaron los problemas: que si a una le habían arrancado una ubre, que si a otra la cabeza, que si a otra le habían destruido esto y aquello…

De la primera destrucción encontraron culpables a unos estudiantes a quienes les pusieron una fianza y la sentencia de resarcir el daño. Otra de las destrucciones de las vacas fue a manos de “unos estudiantes de derecho de una universidad privada”, según un lector que escribió al correo de La Gaceta de la Universidad de Guadalajara.

El chiste de esto es que la mayoría de las opiniones condenaban los actos “vandálicos” de los tapatíos que no sabían cuidar este tipo de manifestaciones “artísticas”. La televisión y la ciudadanía opinaban lo mismo (qué raro ¿no?). No obstante hubo quienes no pensaban así. Dulce, amiga de un amigo y acostumbrada a pensar, concluyó que era lo más natural que la gente actuara así, después de todo ¿quién ha enseñado a estos jóvenes a respetar este tipo de cosas? y ¿qué ha hecho el Estado para que las personas sepan cómo responder ante este tipo de manifestaciones artísticas (o culturales)? La respuesta, digo yo, es Nadie y Nada respectivamente. Si el presupuesto destinado a la educación y a la cultura está como está, lo más lógico es que suceda lo que sucedió. Entonces ¿por qué tanta indignación? después de todo no debemos disociar los raquíticos presupuestos —y sus respectivas políticas públicas— de los actos de los ciudadanos.

Juan José Doñán escribió en su columna de Público-Milenio, que el proyecto era elitista, porque nadie pensó en situar a ninguna de las vacas más allá de La Calzada (Independencia). Y creo, que después de la desafortunada recepción que han tenido las vacas, a nadie se le ocurriría; si hasta estaban pensando e trasladarlas a centros comerciales (En La Gran Plaza, Fashion Mall ya colocaron algunas).

En lo personal esta situación me enferma un poco, no he podido dejar de pensar en ello porque considero que la indignación popular es una muestra más del fariseísmo tapatío.

Pinche gente, muy indignada por la destrucción de las vacas de fibra de vidrio —que encima de todo sólo sirven para que la empresa LALA deduzca impuestos—, mientras que observan plácidamente cómo los caballos (vivos, por cierto) jalan las pintorescas calandrias en el centro de la ciudad. Sin duda las condiciones de esos caballos son más graves que las de esas esculturitas ramplonas. Los caballos trabajan para que los turistas se lleven una mejor estampa de esta ciudad mugrosa, sin que el clamor de indignación diga nada por ellos, mientras los tapatíos se admiran porque unos cuantos destruyen unas vaquitas que sirven para deducir impuestos y para recordarle a la gente que el arte y la cultura está cada vez más lejos de ellos.

Mais Arte, Menos Aids !




En nuestro país las campañas de prevención del Sida son casi invisibles. Las pocas que hay terminan por ser censuradas, de hecho, parecen más bien un estigma, puesto que se dirigen a un sector perfectamente bien identificado: los homosexuales.

La polémica siempre ha aderezado el tema de la prevención mediante el uso del condón, basta recordar por ejemplo cuando en las farmacias emblemáticas de nuestra ciudad se negaron a vender preservativos. Hasta la fecha no los venden. Y la Secretaría de Salud… bien, gracias.

Las condonerias tienen su función destinada al mismo público, es decir, hombres que tienen sexo con hombres. Que aunque es el sector que ha reportado mayor incidencia en el contagio de las ETS, no significa que sea el único.

Es curioso, la mayoría de mis amigas han tenido múltiples y repetidas infecciones por contagio sexual: a mi amiga “B”, “M” le pegó condilomas, ambos se las vieron negras para poder quitárselas, sin contar que les costó la relación; a mi otra amiga “B” su novio “G” le ocasionó penurias indecibles por el hecho de no querer usar condón, además de ser un aficionado al sexo anal seguido del sexo vaginal. Estos breves ejemplos son representativos de un gran sector olvidado por las campañas.

En Brasil, las cosas son distintas, vale la pena destacar que en los bares, metro, plazas, cines porno, etc., los condones están a la mano de quién los necesite. La publicidad sobre cómo prevenir enfermedades está por todos lados y se proclama sin tapujos. Una muestra de esto, es la forma creativa de abordar el tema. En el año 2003 se montó una exposición de la artista Adriana Bertini. La campaña (que formaba parte del proyecto Mais Arte, Menos Aids!) se llamó vista-se, por la relación que guarda el hecho de vestirse con camisinha, es decir, con condón, qué es como le llaman en Brasil al preservativo. La campaña consistía vestidos confeccionados con los condones que no habían pasado el control de calidad. Se exhibían en la ciudad de São Paulo, en una de las arterias principales, que si mal no recuerdo es la Avenida Paulista. (donde tuve la oportunidad de ver la exposición).

Según la periodista Roseli Tardelli, fundadora de la agencia de Notícias da Aids, la intención de este encuentro es “tocar al espectador de forma lúdica y suave. Con expresiones sencillas y verdaderas para llamar la atención: puesto que todos somos vulnerables a un virus que se ha transformado en una bestia que se alimenta de desinformación, de comportamientos de riesgo y de prejuicios, para poder crecer entre nosotros”.

Esta campaña-exposición me resulta muy interesante debido a que el mundo de la moda —o del vestir—, transforma su discurso frívolo-utilitario para servir a una causa social. Si el condón pertenece al ámbito de lo íntimo, el vestuario pertenece al de lo público. Aquí, los vestidos (público) se confeccionan con preservativos (íntimo), porque si hay algo que es cierto es que el Sida rompió con la delicada línea que sirve de frontera entre estos ámbitos, puesto que ha cobrado millones de vidas debido a la desinformación y a la falta de una cultura de prevención. La ficha técnica de esta exposición es la siguiente:

Artista plástica: Adriana Bertini.

Curaduría: Profesora Doctora Loris Graldi Rampazzo.

Revisión: Adriana Rinaldi Perico.

Traducción: Bárbara Ann Schaller.

Fotografía: Marcelo Martiniano.

Diseñador gráfico: André Hidalgo, Claudio Lima y João Ferraz.

Asistentes de pintura, collage y recorte: Jozi, Thelma, Juliana y Leandro.

Costurera: Nilza Rondof.

Colaboradores: Rosi Ferreira y Fernando Bizarro.

Patrocinio de ejecución de las obras: Câmara Municipal de Cascais – Portugal.

Agradecimientos: OLLA, GADS – Grupo de Apoio e Desafio a Sida

A México le hace falta mucho para poder contar con campañas de este tipo (y eso que esta campaña fue en el 2003 y ahora estamos en el 2007). Lo demuestra el recorte al presupuesto del Sida, el recorte a la educación y a la cultura que degeneran en la mentalidad de sus habitantes que siguen creyendo que la abstinencia y los ruegos son más eficaces que los condones. Sin olvidar la irresponsabilidad de los líderes de opinión (Ricardo Rocha) que dan voz a quienes aseveran que el VIH no existe y que no es el responsable del Sida; así como a las altas jerarquías eclesiásticas (Sandoval Iñiguez y Rivera Carrera) que insisten en decirles a sus feligreses que el condón no sirve porque el virus es tan pequeño que el preservativo no puede detenerlo.